jueves, 10 de junio de 2010

En el taller de las emociones


En realidad,el ser humano,en cualquiera de sus acciones hacia sus semejantes,no puede evitar ser egoísta.Lo es por naturaleza y ha sido así siempre.
Sin embargo,siempre cabe la duda de si debajo de tanto egocentrismo,se esconde algún destello de bondad verdadera.
Los monjes budistas no lo niegan y siguen,desde la contemplación,asegurando que la luz,todo lo celeste, impera en los corazones de toda la humanidad.Detrás,en el backstage,sólo hay más y más bondad y nada de segundas intenciones o actitudes que nos favorezcan incoscientemente.
Al amor,sin embargo,se le ha empezado a tratar como un estado extremadamente egoísta.El propio cerebro al contacto con olores excitantes y otras sustancias de cuerpos ajenos,se autodroga,es decir,segrega cosas que le sirven para llegar él mismo,al éxtasis,al bienestar,al clímax.
Entonces,una vez descubierta toda la trastienda de lo que mueve el mundo...¿cómo podemos seguir creyendo en la magia del bien puro,del humano como ser perfectísimamente bueno?
Como en los trucos de magia,en los que la ilusión nos hace ver conejos que salen de la chistera,así,funciona la mente.Pero ésta vez,no queremos ser escépticos y no ansiamos saber el truco.

3 comentarios:

  1. Ahá, buen apunte para los que creen en el bien puro.

    Yo hace tiempo que me pasé al relativismo...

    :D espero que todo bien, pequeña

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  2. Tu manera de ver el mundo, es tan curiosa como interesante.
    Seguiré leyendo lo que escribas (:

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  3. Define "bien"
    ¿Crees en el derecho natural?

    La inteligencia hace actuar a los egoistas como los altruistas definitivos, sobre todo porque por más que nazcamos y muramos solos, durante todo el tiempo intermedio y para todo lo demás necesitamos y dependemos de los demás. Cuando nos ocupamos de ellos nos estamos preocupando en realidad por nosotros mismos. Somos buenos por puro egoismo.

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